Información que aparece en los
historiadores de la época
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Tácito: Anales 15,44
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Plinio el Joven:
Cartas, X,96
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Suetonio: Vida de
Claudio, 25,4
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Flavio Josefo,
Antigüedades Judáicas, XVIII, 63-64
Tácito: Anales 15,44 (hacia los
años 115 y 117 d.C.)
Anales
de Tácito es mejor conocida por
su recuento del gran incendio en
el año 64 d.C. en Roma. Nerón,
al buscar chivos expiatorios, se
aprovechó de la creciente
impopularidad de los cristianos
y de sus propias expectativas de
una destrucción del mundo “por
fuego”, acusándolos de incendio
premeditado. Él inició una breve
persecución local que culminó en
el asesinato de muchos
cristianos. En cuanto a los
cristianos, Tácito escribió
brevemente:
“Por lo tanto, aboliendo los
rumores, Nerón subyugó a los
reos y los sometió a penas e
investigaciones; por sus
ofensas, el pueblo, que los
odiaba, los llamaba
“cristianos”, nombre que
toman de un tal Cristo, que
en época de Tiberio fue
ajusticiado por Poncio
Pilato; reprimida por el
momento, la fatal
superstición irrumpió de
nuevo, no sólo en Judea, de
donde proviene el mal, sino
también en la metrópoli
[Roma], donde todas las
atrocidades y vergüenzas del
mundo confluyen y se
celebran”. (Anales
15:44:2-3)
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Plinio el Joven: Cartas, X,96 (hacia
los años 112 y 113 d.C.)
Una de
las cartas que Plinio escribe a Trajano desde Bitinia
constituye un documento excepcional sobre la rápida
expansión de los discípulos de Cristo, y el fuerte
arraigo de la creencia en el carácter divino de Jesús,
compartida por jóvenes y ancianos, hombres y mujeres,
gentes de la ciudad y del campo, personas de todas las
clases sociales. Vale la pena gastar unos minutos en
leer esa carta completa que dice así:
«Maestro, es
regla para mi someter a tu consideración todas las
cuestiones en las que tengo dudas. ¿Que podría hacer
mejor para dirigir mi inseguridad o instruir mi
ignorancia?…
Nunca he
participado en las investigaciones sobre los
Cristianos. Por tanto no se que hechos ni en que
medida deban de ser castigados o perseguidos. Y con
no pocas dudas me he preguntado si no habría de
hacer diferencias por razón de la edad, o si la
tierna edad ha de ser tratada del mismo modo que la
adulta; si se debe personar a quien se arrepiente, o
si bien a cualquiera que haya sido Cristiano de nada
le sirva abjurar, si ha de castigarse por el mero
hecho de llamarse cristiano, aunque no se hayan
cometido hechos reprobables, o las acciones
reprobables que van unidas a ese nombre.
Mientras tanto,
esto es lo que he hecho con aquellos que me han sido
entregados por ser cristianos. Les preguntaba a
ellos mismos si eran cristianos. A los que
respondían afirmativamente, le repetía dos o tres
veces la pregunta, amenazándolos con suplicios: a
los que perseveraban, los he hecho matar. No dudaba,
de hecho, confesaran lo que confesasen, que se los
debiera castigar al menos por tal pertinacia y
obstinación inflexible.
A otros,
atrapados por la misma locura, los he anotado para
enviarlos a Roma, puesto que eran ciudadanos
romanos. Bien pronto, como sucede en estos casos,
multiplicándose las denuncias al proseguir la
indagación, se presentaron otros casos diferentes.
Fue presentada
una denuncia anónima que contenía el nombre de
muchas persona. Aquellos negaban ser cristianos o
haberlo sido, si invocaban los nombres de los dioses
según la formula que yo les impuse, y si ofrecían
sacrificios con incienso y vino a tu imagen, que yo
había hecho instalar con tal objeto entre las
imágenes de los dioses, y además maldecían a Cristo,
cosas todas ellas que me dicen que es imposible
conseguir de los que son verdaderamente cristianos,
he considerado que deberían ser puestos en libertad.
Otros, cuyo
nombre había sido dado por un denunciante, dijeron
que eran cristianos, pero después lo negaron. Lo
habían sido, pero después dejaron de serlo, algunos
al cabo de tres años, otros de mas, algunos incluso
por mas de veinte. También todos estos han adorado
tu imagen y las estatuas de los dioses y han
maldecido a Cristo
Por otra parte,
estos afirmaban que toda su culpa o su error había
consistido en la costumbre de reunirse determinado
día antes de salir el sol, y cantar entre ellos
sucesivamente un himno a Cristo, como si fuese un
dios, y en obligarse bajo juramento, no a perpetuar
cualquier delito, sino a no cometer robo o
adulterio, a no faltar a lo prometido, a no negarse
a dar lo recibido en deposito. Concluidos esos
ritos, tenían la costumbre de separarse y reunirse
de nuevo para tomar el alimento, por lo demás
ordinario e inocente. Pero que habían abandonado
tales practicas después de mi decreto, con el cual,
siguiendo tus ordenes, había prohibido tales cosas.
He considerado
sumamente necesario arrancar la verdad, incluso
mediante la tortura, a dos esclavas a las que se
llamaba servidoras. Pero no logre descubrir otra
cosa que una superstición irracional desmesurada.
Por eso,
suspendiendo la investigación, recurro a ti para
pedir consejo. El asunto me ha parecido digno de tal
consulta, sobre todo por el gran numero de
denunciados. Son muchos, de hecho, de toda edad, de
toda clase social, de ambos sexos, los que están o
serán puestos en peligro. No es solo en la ciudad,
sino también en las aldeas y por el campo, por donde
se difunde el contagio de esta superstición. Sin
embargo, me parece que se la puede contener y
acallar. De hecho, me consta que los templos, que se
habían quedado casi desiertos, comienzan de nuevo a
ser frecuentados, y las ceremonias rituales, que se
habían interrumpido hace tiempo, son retomadas, y
que por todas partes se vende la carne de las
víctimas, que hasta ahora tenían escasos
compradores. De donde se puede concluir que gran
cantidad de personas podría enmendarse si se les
ofrece la ocasión de arrepentirse»
(CAYO PLINIO CECILIO SEGUNDO,
Epistolarum ad Traianum Imperatorem cum eiusdem
Responsis liber X, 96.)
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Suetonio: Vida de Claudio, 25,4
(hacia el año 121 d.C.)
Hizo expulsar
de Roma a los judíos, que, excitados por un tal Cresto
(118), provocaban turbulencias. |
Flavio Josefo, Antigüedades Judáicas,
XVIII, 63-64 (hacia los años 92-93 d.C.)
Flavio Josefo,
Antigüedades de los judíos 20,20, menciona el
asesinato de Santiago,
"hermano de Jesús llamado Cristo";
Antigüedades 18,63, el llamado "Testimonium
Flavianum" sobre la existencia y valoración de la
persona de Jesús:
"Por este tiempo [el de
Poncio Pilato: 26-36 d.C.] vivió Jesús, un hombre
sabio si es que realmente hay que considerarlo un
hombre.
Porque "realizó hazañas sorprendentes y fue maestro
de un pueblo que aceptó gozosamente la verdad.
Atrajo a su
causa a muchos judíos y griegos. Él era el mesías.
Cuando Pilato, después de haber oído que era acusado
por los hombres de más elevada posición entre
nosotros, lo condenó a ser crucificado, los que
anteponían el amor a él a todas las demás cosas no
dejaron de amarlo.
Al
tercer día se apareció a ellos resucitado, porque
los profetas de Dios habían anunciado éstas y otras
incontables maravillas sobre él.
Y la
secta de los cristianos, así llamados después de él,
no ha desaparecido hasta hoy. " |
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