El Reino de Dios
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Lucas utiliza palabras tomadas de
Isaías
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Evangelizar = llevar una buena
noticia, entendida como liberación, que contribuye a hacer feliz a
la gente
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Anunciaba la venida del Reinado de
Dios para los pobres
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La anunciaba con hechos y con
palabras
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Reino de Dios = Reino de los cielos
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No significa que carezca de dimensión
política sino que es opuesto a los reinos humanos
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habla de una futura situación en la
tierra:
una sociedad de personas, aquí en la tierra, políticamente
estructurada
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El Reino de Dios
Hay ciertos
pasajes de Isaías que probablemente usó Jesús para explicar su
obra
liberadora de los pobres y oprimidos (Lc 4, 16-21; 7, 22, par.; Mt 10, 7-8).
Parece que Lucas encontró en sus fuentes un relato acerca de la lectura que de
Isaías hizo Jesús en la sinagoga de Nazaret. Tomó este relato e, insertando en
él uno de los pasajes de Isaías que tan acertadamente describen la actividad de
Jesús, Lucas lo colocó al comienzo del ministerio de Jesús, como una especie de
texto programático (Lc 4, 16-21). Pero, aun cuando Jesús no hubiera leído y
comentado dicho texto en la sinagoga, seguramente tiene razón Lucas al conceder
tanta importancia a estos pasajes para entender la praxis de Jesús.
Hay tres pasajes de Isaías que habría que resaltar:
Aquel día oirán los sordos las palabras
del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos. Los
oprimidos volverán a alegrarse con el Señor y los pobres gozarán con el Santo de
Israel (29, 18-19).
Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del
sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del miedo cantará
(35, 5-6).
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el
Señor me ha ungido.
Me ha enviado para dar la buena noticia a los que
sufren para vendar los corazones desgarrados,
para proclamar la amnistía a los cautivos
y a los
prisioneros la libertad
(o: para anunciar nueva visión a los ciegos
y hacer libres a los pisoteados),
para proclamar el año de gracia del Señor (61,
1-2).
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Los sordos, los mudos, los ciegos, los cojos, los
pobres, los de corazón desgarrado, los cautivos y los pisoteados son,
sencillamente, diferentes formas de referirse a los pobres y oprimidos. De donde
se deduce que los verbos empleados en cada una de estas frases no son sino
formas diferentes de describir la acción que Dios promete con relación a los
pobres y oprimidos. Así pues, las curaciones. la devolución de la vista o el
oído, el ocasionar alegría, el hacer libres, el proclamar la libertad o el
perdón y el dar la buena noticia son diferentes formas de describir la
liberación. Es particularmente significativo que la proclamación o la
transmisión de la buena noticia haya sido entendida como una forma de
liberación. A esta luz hay que entender la predicación de Jesús, porque forma
parte de su actividad o praxis liberadora. El evangelizar o llevar a los pobres
la buena noticia significa liberarlos mediante la palabra hablada. |
Tanto Isaías como Jesús usaron el mismo verbo
«evangelizar» (euaggelidsontai: Is 40, 9; 52, 7; 61, 1; Lc 7, 22, par.). Fueron
los primeros cristianos quienes usaron por primera vez el sustantivo «evangelio»
o «buena noticia» (euaggelion: por ej., Mc 1. 1, 14) (1) para referirse al
contenido o mensaje que Jesús proclamó a los pobres y oprimidos. Nosotros
llamamos «noticia» a algo cuando habla de un nuevo acontecimiento, un suceso que
ha tenido lugar recientemente o del que podemos estar seguros que ha de
producirse en un futuro próximo. Y decimos «buena noticia» cuando la noticia es
esperanzadora y halagüeña, cuando contribuye a hacer feliz a la gente. Una buena
noticia para los pobres sería, pues, una noticia esperanzadora y halagüeña para
los mismos pobres. |
El evangelio o buena noticia que Jesús trajo a los pobres y
oprimidos era una profecía. Jesús profetizaba un acontecimiento futuro que
significaría una auténtica bendición para los pobres. Dicho acontecimiento no se
reducía únicamente a la venida del Reino de Dios, sino a la venida del Reino de
Dios para los pobres y oprimidos: «Vuestro es el Reino de Dios» (Lc 6, 20).
La profecía fundamental de Jesús se contiene en ese pasaje del
Evangelio que llamamos «las bienaventuranzas»:
Bienaventurados los que sois pobres, porque vuestro es el Reino
de Dios. Bienaventurados los que ahora padecéis hambre. porque seréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis (Lc 6, 20-21).
Es Lucas quien nos ha preservado la forma más originaria de esta
profecía, dirigida aún a los contemporáneos de Jesús: los que sois pobres,
hambrientos y desdichados. Mateo ha adaptado la profecía a las necesidades de
aquellos de sus lectores que, de hecho, no eran pobres, hambrientos y
miserables, extendiendo las bendiciones y promesas a todo el que sea pobre de
corazón o se sienta identificado en espíritu con los pobres, a quien padece
hambre y sed de justicia, a quien imite la mansedumbre y la humildad de los
pobres a cualquiera que se sienta triste y deprimido, a cualquiera que padezca
persecución por causa de su fe en Jesús, a cualquiera, en definitiva, que sea
verdaderamente virtuoso (5, 1-12). Mateo ha transformado la profecía en
exhortación.
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Si la actividad de Jesús despertaba en los pobres grandes
esperanzas para el futuro, mucho mayores esperanzas debieron de despertar sus
palabras proféticas. Pero esas esperanzas, en principio, no tenían absolutamente
nada que ver con el cielo, al menos no como lugar de felicidad y recompensa en
la otra vida. En la época de Jesús, el cielo era sinónimo de Dios (2). El Reino
de los cielos significa el Reino de Dios. El obtener recompensas o tesoros en
los cielos significa estar inscrito en el libro de Dios. Literalmente hablando,
el cielo era el firmamento, el lugar en donde moran Dios y todos los demás
espíritus. No existía la menor idea relativa a la posibilidad de que los hombres
ascendieran al cielo tras la muerte. Todos los muertos iban al sheol, es decir,
al mundo inferior o Hades. Incluso los que creían en recompensas y castigos en
la otra vida (antes de la resurrección general) describían ésta como algo que
acontecía en dos diferentes compartimentos del sheol. Los virtuosos se hallaban
en el seno de Abrahán, separados por un gran abismo de los malvados, que
habitaban otra parte del sheol (cf. Lc 16, 23-26). La creencia cristiana en el
cielo se originó tras la muerte de Jesús, con la idea de que éste había sido
elevado o exaltado a la derecha de Dios.
Pero la buena noticia del Reino de Dios era una noticia acerca
de una futura situación en la tierra, cuando los pobres ya no fueran pobres, los
hambrientos se vieran saciados y los oprimidos hubieran dejado ya de ser
desdichados. Decir «venga tu Reino» es lo mismo que decir «hágase tu voluntad en
la tierra como en el cielo» (Mt 6, 10, par.). |
Durante siglos, muchos cristianos han padecido un equívoco acerca
de la naturaleza del Reino de Dios, por causa de la famosa y errónea traducción
de Lc 17, 21: «El Reino de Dios está dentro de vosotros». Hoy día, todos los
exegetas y traductores coinciden en que el texto habría de ser: «El Reino de
Dios está entre vosotros, o en medio de vosotros». La palabra griega entos puede
significar «dentro de» o «entre»; pero en el contexto que nos ocupa, traducirlo
como «dentro de» significaría que, en respuesta a la pregunta de los Fariseos
acerca de cuándo iba a llegar el Reino de Dios (Lc 17, 20), Jesús les habría
dicho que el Reino de Dios estaba ¡dentro de ellos! Esto contradiría todas las
demás cosas que Jesús hubiera podido decir acerca del Reino o de los Fariseos.
Además, dado que todas las demás referencias al Reino presuponen que éste está
aún por llegar (3) y, por otra parte, dado que en todas las demás frases de este
pasaje (17, 20-37) el verbo está en futuro, hay que interpretar este versículo
en el sentido de que llegará un día en el que descubrirán que el Reino de Dios
se encuentra, repentina e inesperadamente, en medio de ellos (4).
El Reino de Dios, como cualquier otro reino, no puede estar
dentro de un hombre, sino que es algo en cuyo interior puede vivir un hombre. En
el trasfondo del uso que Jesús hace de la expresión «Reino de Dios» hay una
imagen gráfica. Jesús habla de entrar o no entrar en el Reino (Mc 9, 47; 10, 15,
23, 24, 25, par.; Mt 5, 20; 7, 21; 18, 3; 21, 31; 23, 13; Jn 3, 5). Habla de
sentarse en él y comer y beber en él (Mc 14, 25; Mt 8, 11-12, par.; Lc 22, 30).
Habla también de que el Reino tiene una puerta o entrada (Mt 7, 13, 14; Lc 13,
24) a la que se puede llamar (Mt 7, 7-8, par.; 25, 10-12, par.). La puerta tiene
llaves (Mt 16, 19; Lc 11, 52) y puede ser cerrada (Mt 23, 13; Lc 13, 25). La
imagen gráfica que subyace a todo esto es, evidentemente, la de una casa o una
ciudad amurallada (5).
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Esto lo confirma, además, el hecho de que el reino de Satanás,
opuesto al Reino de Dios, es explícitamente aludido en referencia a una casa y a
una ciudad:
¿Cómo es posible que Satanás eche a Satanás? Si un reino se
divide, ese reino no puede mantenerse en pie; si una casa (familiar) se divide,
esa casa no podrá mantenerse en pie (Mc 3, 23-25).
Nadie puede meterse en casa de un hombre fuerte y arramblar con
sus pertenencias... (Mc 3, 27).
Todo reino dividido queda asolado, y ninguna ciudad o casa
(familia) dividida podrá mantenerse en pie (Mt 12, 25)
La figura más frecuente en las parábolas es la del padre de
familia o amo de la casa (6). Y al menos en seis parábolas, lo que acontece en
la casa es un banquete (7).
Existe también un paralelo entre el Reino y el Templo (8). El
templo que Jesús construirá en tres días (es decir, en breve) no es un templo
hecho por manos humanas (Mc 14, 58), sino una nueva comunidad. El descubrimiento
de los manuscritos del Mar Muerto ha revelado que la comunidad de Querrán se
consideraba a sí misma como un templo nuevo, como la nueva casa de Dios (9).
Este ha debido de ser también, probablemente, el significado de la promesa
profética de Jesús de construir un templo nuevo. |
El hecho de que esta forma de hablar del Reino se base en la
imagen gráfica de una casa, una ciudad o una comunidad, no deja lugar a dudas
acerca de lo que Jesús tenía en mente: una sociedad de personas, aquí en la
tierra, políticamente estructurada. La idea de reino es una idea absolutamente
política. El reino es una sociedad cuya estructura política es monárquica, es
decir, regida y gobernada por un rey. Nada de lo que Jesús dijo permitiría
pensar que pudiera haber empleado el término en un sentido no-político.
El texto, tantas veces citado, «Mi reino no es de este mundo»
(Jn 18, 36) no significa que el Reino no haya de existir en este mundo o sobre
esta tierra. La frase es de Juan y, por consiguiente, hay que entenderla en
función del uso que Juan hace de las palabras. En Juan 17, 11, 14-16, cuando se
dice que Jesús y sus discípulos están en el mundo sin ser del mundo, el
significado es bastante evidente. Aunque viven en el mundo, no son mundanos, no
se aferran a los valores y normas actuales del mundo. Si en el mismo evangelio
se dice también que el Reino no es de este mundo, debemos interpretarlo del
mismo modo. No hay razón para pensar que signifique que el Reino esté flotando
en el aire, en algún lugar por encima de la tierra, o que no pase de ser un ente
abstracto sin ningún tipo de estructura social y política tangible. |
El que se hable del Reino como Reino de Dios no es con el fin de
privarle de todo carácter político, sino simplemente para ponerlo en oposición a
los reinos humanos o, mejor aún, al reino de Satanás.
En el pensamiento de Jesús, Satanás gobernaba el mundo. Aquella
era una generación perversa y pecadora (Mc 8, 38, par.; 9, 19, par.; Mt 12,
39-45, par.; 23, 33-36; cf. Hech 2, 40), un mundo en el que el mal tenía el
dominio supremo. Esto resultaba evidente no sólo en los sufrimientos de los
pobres y oprimidos y en el poder que los malos espíritus ejercían sobre ellos;
resultaba igualmente evidente en la hipocresía, la impiedad y la ceguera de los
dirigentes religiosos (los escribas y Fariseos), así como en la despiadada
avaricia y la opresión que ejercían las clases dominantes. Y esto puede
afirmarse no sólo de la sociedad en la que vivió Jesús, sino de todos los reinos
del mundo, de todos los principados y potestades. Todos ellos estaban en poder
de Satanás, el cual permitía a los humanos gobernar dichos reinos, con tal de
que le adoraran y le obedecieran (Mt 4, 8-10, par.). Y los hombres le adoraban
gobernando de tal manera que pudieran servir a sus malvados propósitos. Satanás
es un espíritu que gobierna indirecta e invisiblemente. César, Herodes, Caifás,
los sumos sacerdotes, los ancianos, los escribas y los dirigentes Fariseos no
eran más que sus marionetas. Jesús condenó todas las estructuras políticas y
sociales del mundo tal como se daban en su tiempo. Todas ellas eran malas. Todas
ellas pertenecían a Satanás.
Cuando llegue el Reino de Dios, Dios reemplazará a Satanás. Dios
gobernará sobre la comunidad toda de la humanidad, confiriendo el Reino o el
poder de gobernar (10) a aquellos que vayan a servir a sus propósitos en la
sociedad. Todo mal será eliminado y la gente será colmada del Espíritu de Dios.
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Es la diferencia entre una comunidad de los hombres en la que el
mal posee el dominio supremo y una comunidad de los hombres en la que dicho
dominio corresponde al bien. Es una cuestión de poder y de estructuras de poder.
Tal vez haya ahora muchas buenas personas en el mundo, pero el mal sigue
detentando la superioridad, Satanás sigue conservando el poder.
Jesús vio su actividad liberadora como una especie de lucha por
el poder contra Satanás, una guerra contra el poder del mal en todas sus formas
y expresiones. Su actividad curativa era una especie de asalto a la casa o al
reino de Satanás (Mc 3, 27, par.). Y esto era posible porque algo más fuerte que
Satanás estaba actuando. En último término, el bien es más poderoso que el mal.
Jesús estaba convencido de que el Reino de Dios acabara triunfando sobre el
reino de Satanás, reemplazándole en la tierra. |
¿Qué decir, pues, de la profecía de Juan el Bautista y del mismo
Jesús acerca de una catástrofe sin precedentes?
¿Esperaba Jesús que el Reino de Dios viniera después de la gran
catástrofe o en lugar de ella, como una esperanzadora alternativa?
Es preciso que sepamos más acerca de lo que supone ese Reino,
antes de aventurar una respuesta a esta pregunta. El meollo del asunto radica en
captar el concreto significado práctico del bien y del mal. Para captar el modo
de percibir de Jesús, es preciso captar su forma de entender las estructuras del
mal en la sociedad y su idea de los valores que habrían de estructurar el Reino
de Dios. ¿Cuál es la diferencia entre los valores del Reino de Dios y los
valores del reino de Satanás? |
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