Una adivina gitana le
dijo en cierta ocasión a un hombre de escasos recursos: ¡Ten cuidado! Un
hombre muy rico llamado José, un hombre que siempre
honra el día del Shabat, se convertirá algún día en el
dueño de todas tus posesiones.
Para evitar que se
cumpliese la predicción de la adivina, el hombre ideó un
plan. Vendió todo lo que tenía y, con el dinero que le
dieron, compró una piedra preciosa. Y, para poner a buen
recaudo su nueva y valiosa posesión, la escondió en su
turbante, prenda que nunca se quitaba de la cabeza.
Un día que el hombre
estaba cruzando un puente, una ráfaga de viento le
arrebató el turbante, que cayó al río que pasaba por
debajo. Y, justo en ese momento, un pez que pasaba por
allí se tragó la joya. Posteriormente aquel pez sería
pescado y vendido en el mercado como lo mejor y más
fresco del día.
¿Quién comprará este
magnífico pescado? - Se preguntaba los aldeanos.
Id a José - sugirió
alguien -. Sin duda, él comprará ese hermoso y
fresco ejemplar para celebrar el Shabat.
José estuvo encantado
de comprarlo, porque siempre buscaba el pescado más
fresco y mejor para el Shabat. Y, cuando abrió el pez,
para su sorpresa, se encontró dentro la piedra preciosa,
aquella hermosa joya que, más tarde, vendería por una
importante suma de dinero.
El cuento de José y el
pescado se difundió de aldea en aldea, y un antiguo
sabio dijno al respecto:"A todo aquel que gasta en el
Shabat, el Shabat se lo devuelve de un modo u otro"
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