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Muchas personas propugnan que nos
adaptemos a los nuevos paradigmas. Lógico, pero sin
olvidar que son paradigmas (modelos de
interpretación de la realidad o de algunos de sus
aspectos) y que los paradigmas no son absolutos ni
inmutables sino limitados (reflejan-acentúan un
punto de vista) y cambiantes. No son más que un
intento de explicar lo que pasa adaptándose al
lenguaje y a la forma de pensar de la época
presente.
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En muchos asuntos hay que cambiar las
formas y los contenidos de nuestro
lenguaje. Asuntos sociales,
políticos, eclesiales, religiosos… Ambos aspectos
están íntimamente relacionados y los cambios hay que
hacerlos a los dos niveles.
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En la vida personal tengo que tener
en cuenta los paradigmas (que van en una línea más
bien cognitiva – intelectual) y los demás aspectos
de la persona (biológico, afectivo emocional,
conductual, contextual …)
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A veces, tiene uno la impresión de
que algunos pretenden imponer su forma de
interpretar la realidad, sus paradigmas,
ridiculizando los paradigmas distintos. No me parece
una forma válida de afrontar el asunto.
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Entiendo que la educación, o sea,
colaborar con las personas para que descubran el
sentido de un planteamiento crítico, responsable,
esperanzado, autónomo y
solidario de la vida, es una de las pocas formas de
colaborar en la reinterpretación del mundo, de
nuestra vida y de la acción que vamos
necesitando. No sólo la educación formal.
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Me parece claro que hay que caminar
adelante. No veo tan claramente cuáles son las
sendas a seguir. Quiero abrirme críticamente a los
nuevos paradigmas.
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Es fundamental que tengamos hecha una
pequeña síntesis vivencial-existencial que le dé sentido a
nuestra vida. Lógicamente es modificable al
contrastarla con la experiencia propia y ajena, pero
necesitamos un núcleo que nos sirva de brújula para
caminar y para discernir en la diversidad y
movilidad de los paradigmas.
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En estos tiempos da la impresión de
que hace falta replantearse la síntesis humanista
personal. Con pocas raíces se mantiene el árbol,
pero las necesita. (Esteban Tabares)
A veces ante ciertos planteamientos
puedo sentir vértigo (“se me hunde el mundo”). Es
una tarea y un arte superar este vértigo con
apertura crítica..
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Cada persona lleva su ritmo en esto
de los cambios de paradigma. Creo que no se debe
forzar. Es una forma de respetar. Por otra parte,
hay que animar (se) a reflexionar, revisar, abrirse
a lo nuevo, convertirse.
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No hay que olvidar que hay diversos
tipos y niveles de conocimiento. Un posible esquema
podría ser el siguiente:
o
conocimientos
ordinarios
y
o
conocimientos
elaborados
(al menos parcialmente universalizados, justificados
y organizados), y entre los elaborados:
§
el conocimiento
formal
(lógica, matemática),
§
el
experimental: con diversos niveles
(hechos comprobados, hipótesis, hipótesis
verificadas, leyes, teorías) y distintos objetos de
estudio (Naturaleza, Persona, Sociedad, …)
§
los saberes
filosóficos
(apoyados en la razón)y
§
los saberes
teológicos
(apoyados en la
razón y en una fe religiosa).
Esta división implica también
diversidad de métodos para llegar a esos
conocimientos. No es correcto confundir métodos ni
saltar indebidamente de un campo a otro. Por otra
parte no conviene olvidar los conocimientos
sapienciales, tan ricos, tan especiales.
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Creo que la Epistemología (Filosofía
de la Ciencia y de los distintos tipos de
conocimientos) tiene mucho que aportar para proponer
y analizar críticamente los diversos paradigmas y
sus implicaciones
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"Hay zonas especificas de verdad que,
aun situándose fuera del área cognoscitiva de la
ciencia (experimental), resultan fundamentales para
el hombre (la experiencia artística, histórica,
filosófica, jurídica, etc)"(Hans G. Gadamer)
Podemos caer en un mal uso de
términos análogos: términos que tienen varios
significados relacionados entre sí. Al hablar
podemos referirnos a uno u otro de los significados.
Este doble o triple uso de un término puede dar
lugar a muchas falacias. Un ejemplo podría ser un
uso ambiguo del término “científico” al estudiar un
tema ya que hay muchos tipos de ciencias.
·
Entiendo que un cambio de paradigma
en la interpretación de muchos aspectos de la fe
debe ir acompañado de un cambio de praxis en la
vivencia de esa fe, es decir, que, por ejemplo,
la comunidad cristiana se renovará si junto a un
viraje en la interpretación de muchas cosas damos un
viraje en nuestra acción, en nuestra forma real de
afrontar los problemas humanos: nuevos paradigmas
interpretativos y nuevos paradigmas transformadores,
muy relacionados.
·
La imagen de Dios como Padre la veo
como paradigma básico y fundante de cualquier
otro paradigma o representación limitada de Dios
desde el punto de vista del Cristianismo, ya que
procede de Jesús y de los primeros cristianos
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Ante los paradigmas emergentes una
doble actitud:
actitud crítica: análisis sereno y a fondo,
distinguiendo entre paradigma y paradigma, entre la
afirmación y sus justificaciones, entre el esquema y
sus derivaciones, y actitud de apertura:
tengo mi propio camino y mi propio ritmo, no me debo
inquietar sino abrirme a lo nuevo con esperanza,
espíritu crítico y paz interior
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Ante la aparición de nuevos
paradigmas en un mundo tan plural como este en que
vivimos, me vienen a la mente algunas preguntas que
intento responder:
El difundir los nuevos paradigmas, ¿es una tarea que
merece la pena? ¿En qué ambientes humanos, ya que
son tan variados? ¿No es una tarea a largo plazo?
¿Cuáles son los criterios de discernimiento ante
estos paradigmas? ¿Habría que rechazar, parcial o
totalmente, algunos de los que se presentan como
nuevos paradigmas? ¿Qué pedagogía de
presentación?
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